martes, 18 de mayo de 2010

de la alegria y el conformismo de la infelicidad

Que jodido es quedarse en la rutina del día a día y conformarse con ello. Además de ser infeliz con lo de siempre sin mover un dedo en buscar crear algo de alegría. Generarla en un principio pudiese resultar complicado, puesto que, se es difícil comenzar salir de una rutina.

El objetivo de su servidor en esta vida es ser feliz, es el simple hecho que esta meta propone; hago referencia a que no se busca serlo a costa de otros, más bien, se requiere -en ocasiones aunque sea un poco- de creatividad. En ocasiones se tiene que sacrificar algo, pero con la mente en que todo es recíproco, apegándose a la frase: "recibes lo que das", aunque en ocasiones se recuerda que no siempre es conveniente pues, en veces no se recibe lo que se espera, es mejor andar sin esperar para que lo que llegue sea bienvenido y con mucho gusto.

Me llama la atención la infelicidad, que en situaciones específicas está se alimenta de la felicidad, para dar una mejor explicación, "a un infeliz le hace feliz hacer infeliz a otro", cosa realmente jodida, que tan cerrado es el individuo como para vivir de ello; o simplemente por flojera y comodidad se sigue siendo infeliz.

En conclusión, aunque el ser humano es por naturaleza temeroso de los cambios, es necesario salir de esa burbuja y hacer una revolución con la finalidad de hacer algo distinto que pudiera resultar grato para la persona.

Es lindo ser alegre y más lindo aún es estar en un ambiente alegre cuando se contagia a los demás.

Citando al poeta alcohólico Charles Bukowski (1920-1994). “La vida es todo lo agradable que se lo permitas”.

miércoles, 5 de mayo de 2010

Cuarto del cuarto


Se recostó en su habitación, una mañana de domingo durante plena resaca a leer un libro y a beber una cerveza para curarse, mientras se sumergía en el mundo de las letras, vagaba por su mente un bello recuerdo: "manos propias recorriendo la vereda de su cuerpo" y revoloteó en su cuarto la canción titulada "Serenata sin luna", del charro mexicano José Alfredo Jiménez, acentuándose en la parte donde dice: "... No te puedo decir lo que siento, sólo se que te quiero un montón..."

La tarde pasó y el sol se escondió, la bebida continuaba fluyendo por el envase hacía la garganta y las latas se reunían sobre una mesa. Mente y cuerpo se conjugaron en un verbo presente para tomar la iniciativa de llamar a la casa de ella. No lo logró. De repente pensó en la situación que esto conllevaría. Se levantó y se dispuso a escribir. Rápidamente dedujo su situación. Se encontraba solo en su departamento. Mirando por la ventana los coches pasar, imaginando la vida y los problemas que lleva cada individuo en cada vehículo resultaba ser buen pasatiempo. Un cigarro y luego otro. Esta vez volteó hacia el techo y echó su mente a andar recordando todo lo que han vivido juntos -¡aaahh! si las paredes hablaran-, ellas sus compañeras de cuarto.

Anhelando presencia y agregar alguien más a su circulo de vida, así pasó aquella tarde de Marzo.