viernes, 8 de abril de 2011

La carretera de los sueños

Una tarde de viernes, después de dejar el asilo, Don Kito se encontraba sentado esperando el camión que lo llevará de vuelta a casa, mientras fumaba en una pequeña estación, ubicada en las afueras de la ciudad. Solamente había un par de chicas que reían, pero eso a él no le importaba. Prefirió darle una fumada al cigarro y el tiempo corría a la par que no llegaba el autobus que lo llevaría a su hogar.

El clima desértico hacía que el calor de la carretera fuera insoportable, cargaba en sus bolsillos solo con el boleto del peaje y unas cuantas monedas, moría de sed a la par de que sentía como la resequedad de sus labios se hacía mas intolerable; la boca rasposa y las risas de aquellas mujeres lo hacían meditar acerca de su viejo amor.

El viejo, recordaba algunas escenas que le provocaban evocar antiguos sentimientos ya muertos, que, a su vez, podía sentir como ese vacío mordía cada segundo de sus pensamientos, y casi sin poder evitarlo, se llevó el cigarro a la boca nuevamente; está vez, con más fuerza, trago el humo y lo expiró, luego, un suspiro que añoraba ver los ojos de quien, fuese su esposa, a quien, jamás volvería a ver, ni a tocar. Se sentía tan jodido por la sed y el recuerdo.

El transporte no llegaba y volvía a la realidad, otra vez los labios resecos, resecos por falta de besos amorosos; y la sensación de olvidar algo en su antiguo hogar: el asilo. Pero solo dejaba recuerdos de soledad e ilusiones, jamás cumplió sus sueños de viajar a conocer otros lugares, de esos que solo se ven en las películas. Volvió a sentirse jodido, recordó su juventud al ver a las muchachas reir y nuevamente se jodió.

El señor Kito, encendió un nuevo cigarrillo y reflexionó sobre su situación de manera seria, ahora mirando la carretera, tan sola y sin tráfico, solo podía ver una largatija caminando de manera intermitente, como suelen hacerlo. Su pensamiento lo hizo llegar a una conclusión, debía fumar otra vez, inhaló el humo y lo exhalo.

Se puso su sombrero, tomó sus cosas y se levantó de su asiento, el autobus llegó, le preguntó cortesmente a las chicas hacia a donde se dirigían y su respuesta fue: "buenas tardes señor, queremos ir a la ciudad". Don Kito miró nuevamente el camión, suspiró, dio un 'toque' largo al cigarro y lo arrojó; se dirigió al transporte y antes de abordarlo, metió la mano a su bolsillo y sus sueños se esfumaron.

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